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jueves, 23 de junio de 2011

CAPÍTULO 2:
Salí de la carroza de un salto. El local era un espacio cerrado, parecido a un gran palacio aunque con sólo un par de salas, (o al menos eso era lo que se veía desde afuera.).
Entré un poco desorientada. El pelo con el recogido me ondeaba en la espalda. Había cientos de parejas bailando en el centro, y en un rincón había un grupo de músicos de, por lo que se veía, cientos de diferentes reinos de Geka, que tocaban una lenta melodía. Los cuerpos de los bailarines se movían al compás de la música. Había cientos de jóvenes hlaks (los habitantes de Geka. ), algunos príncipes y princesas.
Me adentré entre la multitud. Y de pronto, las grandes puertas del salón se abrieron. Los camareros con las bandejas llenas de comida y bebidas, se volvieron hacia atrás. Los músicos dejaron de tocar, y los cuerpos danzantes de los bailarines se detuvieron en seco. Por el gran portal, entró una esbelta figura. Vestida de negro, con la camisa ligeramente abierta en el cuello. Sus oscuros (y considerablemente largos, hablando de un chico) cabellos le cubrían delicadamente el rostro. Aún así sus facciones se podían distinguir perfectamente, así como sus negros ojos. Era verdaderamente hermoso. Todo vestido de negro (como de costumbre ) entró majestuosamente en las sala. Todas las miradas de los presentes se fijaron en él; el príncipe de las sombras. Era muy solicitado por todas las chicas y mujeres desde hacía cientos de años (Los hlaks vivimos mucho tiempo), aún así no había conseguido esposa aún.
Según decía la gente, yo era, de entre todas, la princesa (o chica) más deseada. Conocida cómo la princesa del pelo de agua. Pero aún así seguía soltera desde hacía cientos de años. Así es que el príncipe de las sombras y yo debíamos de tener la misma edad.
Noté que su mirada se fijaba en mí. Posé mis ojos sobre los suyos, los cuales expresaban intriga y confusión. Oí cómo sus pasos se acercaban a mí. De pronto todo el mundo se sacudió la cabeza, los músicos volvieron a tocar y las parejas siguieron bailando al compás de la música. Todo me pareció una ilusión. Sin embargo él seguía allí, con rostro confuso y nuestros ojos fijados los del uno sobre los del otro. Sentí cómo su mano acariciaba la mía, la cogía con la suya y la elevaba un poco hacia arriba. Cómo posaba su mano sobre mi cintura y la deslizaba un poco hacia arriba, después de dejar caer mi otra mano sobre su espalda. Empezamos a bailar, nos balanceamos de un lado para otro con estilo. Intenté recordar las clases de baile en palacio.
Pasamos el resto del tiempo bailando. Apenas le conocía, aunque solamente de haberlo visto y de rumores o historias sobre él. No creía que él me conociera más de lo que yo lo conocía a él. Y lo más sorprendente era la manera como se había acercado a mí y habíamos empezado a bailar.

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